jueves, 19 de enero de 2012

Plasencia desde el corazón de una pacense

¿Qué tal amigos? Ya quedan muy poquitos días para que esta actividad se acabe, aunque yo me estoy planteando seriamente seguir con ella... todo se andará.

Hoy quiero contaros mi visión de Plasencia,  mi particular experiencia de sus costumbres y sus curiosidades.


El norte de Extremadura es quizás la zona más peculiar de nuestra región, donde verdaderamente se mezclan el carácter extremeño, normalmente abierto y despreocupado, con aires de cabezonería y un poco de orgullo, fiestero y divertido en su generalidad, con el carácter más castellano, algo más fríos, más introvertidos y muy nobles. Los placentinos son puramente mestizos de estos rasgos.
No olvidaré nunca mi primer año aquí, cada día aprendía una palabra nueva. Es curioso cómo todos hablamos castellano y, sin embargo, la cantidad de palabras que sólo se oyen en ciertas comarcas o regiones. Muy típico de esta tierra es el laísmo, así como anteponer un artículo a un posesivo: el mi niño, los mis pantalones. Los Placentinos llaman a Badajoz tierra de gitanos, entre otras cosas por nuestra forma de hablar, como ellos dicen, cantando, pero no son conscientes de que ellos tienen un canturreo en sus interrogaciones nada habitual para el resto. Una de sus expresiones típicas: ¿Pues y cómo ha sido? ¿Pues y eso? ¿Pues y por qué?Algunos abuelos siguen empleando frases más propias del castúo que del castellano actual. Pero la cantidad de vocabulario nuevo que he aprendido sorprende hasta el más viajero: calvotes, chaperón, calzonas, etc. Para mi, que soy te tierra llana, también me resultó curioso que no se diga derecha e izquierda normalmente para indicar un lugar, una dirección, se utiliza arriba y abajo, puesto que esto son todo cuestas y desniveles.

Badajoz es "la ciudad de ahí abajo", donde sólo se va si tienes algún mal, a visitar el Hospital Infanta Cristina. Para ellos es más amistoso Salamanca, ciudad para ir de compras, pues está a una hora, al igual que Cáceres; Plasencia se sitúa a medio camino entre ambas urbes, es una ciudad de paso.

El invierno es frío (al menos para mi) y muy lluvioso. Nunca había estado en una ciudad que pudiera estar gris durante dos meses enteros, al principio no sabía si había ido a Londres o al norte de Extremadura; el viento sopla con fuerza y siempre impide que el paragüas sea un instrumento útil en los días de lluvia. Aunque este frío tiene su encanto, salir a la ventana y ver las montañas nevadas a pocos kilómetros de distancia estando dentro del casco urbano hace que te olvides de sus desventajas. Aquí he visto nevar por primera vez, he disfrutado de ver toda una ciudad blanca, los tejados blancos, las carreteras blancas, un campo de fútbol de césped y el parque totalmente blancos... ¡Nunca había visto semejante belleza! Había ido a la nieve, pero cómo aquél que va a pasar un día de campo que subes a una montaña donde hay nieve y te tiras una y otra vez hasta que se te calan los pies y a resguardarse en el albergue más cercano, pero esto era distinto, era un día blanco... maravilloso.


El senderismo es una actividad muy prácticada por esta tierras, algo lógico por otra parte ya que el terreno y la generosidad de la naturaleza en estos parajes lo permite. Anualmente se celebra una ruta muy seguida que recibe el nombre de La Ruta de Carlos V por la que se conmemora el camino que realizó Carlos V hasta llegar al Monasterio de Yuste, muy cerca de Cuacos de Yuste y a unos 10 minutos en coche de Plasencia, en la comarca de La Vera.

La gastronomía es, sin duda alguna, digna de mención; el norte de Extremadura tiene una agricultura y una ganadería muy rica y de grandísima calidad. Es famoso el pimentón de la Vera, la cereza del Jerte, el aceite de Oliva de estas comarcas, los quesos, la miel y el polen de las Hurdes, la morcilla patatera, los ibéricos, etc. Se me hace la boca agua pensando en las patatas en escabeche. típicas en Semana Santa, las sopas canas, Torta del Casar derretida al horno con pimentón o el lagarto en salsa verde, calderetas de cabrito o cordero, un arroz con patatera... Y ya no hablamos de la respostería: buñuelos, prestiños, perrunillas...  Se me han venido a la cabeza las ricas migas extremeñas que comí en el restaurante El Español el otro día, un estupendo y barato restaurante en la misma Plaza Mayor. Debeís degustar los ricos manjares de esta tierra acompañados de un buen vino extremeño Ribera del Gudiana o Ribera del Duero... Habla del Silencio, un rico vino tinto, o un Primavera, un vino blanco que me gusta pedir para tapear.

(Adoro pasear por la Plaza Mayor los martes y los viernes para ver el mercado instalado en medio del casco histórico, es una visión rara de ver en una ciudad... y no hablamos de los productos extremeños que se venden, esos quesos y chorizos, esos bollos de arroz y dulces caseros... mmmmmm!!!)


Una costumbre muy placentina son las cañas; cuando alguien dice "vámonos de cañas" vas a salir de casa sobre la 1 o las 2 del mediodía y sabe Dios cuándo te vas a recoger. Y, por supuesto, en todo bar que se precie te sirven tu caña y tu tapa gratis de acompañamiento; si un bar en Plasencia no te sirve tapa con tu caña, una de dos, o estás sentado en la Plaza Mayor en la terraza donde normalmente no sirven tapa, o el bar es nuevo y morirá pronto. Lo malo de esta tradición es que es bastante peligrosa, porque si quieres comer tienes que pedir otra copa. Es más, cuándo estás en las fiestas de Plasencia, no sales de fiesta, sales a las cañas. En Plasencia es mejor incluso salir de cañas que salir de fiesta por la noche... aunque también tiene un ambiente distinto la noche placentina a la noche pacense, es más amistoso tal vez... no sé cómo describirlo, pero los amigos pacenses que han venido a verme lo han notado también.
La famosa calle de los Vinos celebrando las cañas de las Ferias de Plasencia (Junio, 2010)


La vida en Plasencia es curiosa, las costumbres son importantes, en las fiestas se implican todas las edades, los mayores son activos y joviales... es una ciudad en desarrollo donde lo nuevo y lo viejo se mezclan. La calidad de vida es evidente, aunque a veces, por ser una ciudad pequeña, algunos servicios se echan de menos, pero es cuestión de tiempo.

¡Plasencia, mi ciudad de acogida!

 Arriba, La Chopera, uno de mis rincones favoritos.
Abajo, el pantano de Gabriel y Galán, a unos 20-25 minutos de Plasencia,
una verdadera playa de interior




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